El Padre Wilfredo Guinea Ramos fue un sacerdote jesuita mexicano que sufrió un trágico destino. En junio de 1997, fue secuestrado y, tras nueve meses de incertidumbre, su cadáver fue hallado en marzo de 1998 en Iztapalapa, Ciudad de México. Estaba envuelto en una bolsa de tela y sepultado en una casa semiconstruida en una zona peligrosa de la delegación.

Guinea, de 74 años, padecía del corazón y requería medicamentos especiales debido a su marcapasos. Los delincuentes responsables de su secuestro revelaron que falleció en el trayecto al lugar de cautiverio, dentro de un auto compacto, y que luego decidieron inhumarlo. Expresaron arrepentimiento por su muerte, a tal punto que, durante los nueve meses de su desaparición, rezaron rosarios post mortem alrededor de su tumba clandestina.

La operación de secuestro fue orquestada por Juan Carlos García Gasca, cabecilla de una banda de cuatro sujetos dedicados al robo y secuestros, y ejecutada con la ayuda de personas que conocían los movimientos del Padre Guinea debido a su conexión con La Buena Prensa, una empresa editorial dirigida por él. Se pidió inicialmente un rescate de 5 millones de pesos, pero finalmente se acordó un pago de 2 millones 455 mil pesos, que fue entregado con la expectativa de su liberación, la cual nunca ocurrió.

Wilfredo Guinea Ramos era secretario de la Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferencia del Episcopado Mexicano y había dirigido durante más de 30 años la empresa editorial Buena Prensa, responsable de la edición de misales dominicales y de la impresión de miles de biblias y evangelios para la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba. Según el Centro Miguel Agustín Pro Juárez, no tenía enemigos ni vínculos con asuntos políticos o sociales que lo hicieran blanco de un ataque, lo que hace suponer que su secuestro fue un reflejo del problema de inseguridad pública en México.

Fuente: Debate y La Jornada